Por Ulises Espino Rodríguez
México es un país socialmente diverso, aprender a convivir en armonía con vecinos o residentes de una misma ciudad o incluso con familiares no es una tarea tan sencilla, el niño promedio coexiste diariamente con diferentes grupos de personas, en diversas situaciones socioeconómicas, con variedad de preferencias sexuales e identidades de género, con creencias religiosas diferentes, con capacidades físicas e intelectuales distintas. Este impresionante caleidoscopio social en teoría debería enriquecer la experiencia cultural de los niños y niñas mexicanos; sin embargo, en la práctica la realidad suele ser diferente.
Lamentablemente el nicho familiar mexicano suele promover varios prejuicios y estereotipos sociales, de los cuales destacan el repudio a las personas de piel morena, el rechazo a los miembros de las comunidades indígenas, las conocidas clasificaciones sexistas en: oficios, deportes, colores, juegos, música; los rechazos a las diferentes preferencias sexuales o diversas ideologías de género, la falta de espacios para aceptar a personas con discapacidad, el menosprecio de las capacidades físicas o intelectuales de las mujeres y niñas solo por su género, el rechazo a las personas en situación económica vulnerable y el olvido de las personas de la tercera edad. Estos estereotipos y prejuicios son practicados con tal normalidad que los niños y niñas mexicanos logran adherirlos a sus prácticas de convivencia “normales” y por añadidura hay una gran probabilidad que no aprendan a cuestionar estas prácticas discriminatorias.
El concepto de discriminación es muy amplio e incluye desde la opinión hasta las actitudes y prácticas de desprecio por el hecho de ser distinto, algo común en los usos de convivencia social en nuestro país, si revisamos a mayor detalle podemos enumerar prácticas sociales que lograrían incluirse en esta definición de discriminación, hábitos sociales que los niños mexicanos observan y “normalizan” día a día. Por ejemplo, el hostigamiento religioso entre familiares o amigos cuando se exige participar o creer en actos religiosos sin reparar en los deseos de las otras personas, o el caso de los adultos mayores que trabajan de "cerillos" en los centros comerciales por una propina "voluntaria" y sin recibir prestaciones justas, al igual que las mujeres trabajadoras de limpieza en hogares también abandonadas de la seguridad social.
Quizás las prácticas discriminatorias más comunes están relacionadas con el lenguaje coloquial del mexicano: “mejorar la raza” haciendo alusión al deseo de que los hijos nazcan con piel más clara, “trabajo como negro” haciendo una referencia hacia la exclavitud de la raza negra, “el negro en el arroz” indicando que es preferible mantener un entorno sin personas morenas, “la culpa no la tiene el indio sino el que lo hace compadre” que menosprecia la capacidad de los indigenas solo por su procedencia, “se fue como las chachas” diminutivo de “muchachas” el cual es un modismo para referirse a las empleadas domésticas y que trata de generalizar por medio de un estereotipo una aparente y común falta de responsabilidad en las trabajadores del hogar, “se viste como una gata” otro modismo para referirse a las empleadas domésticas y para criticar su falta de capacidad adquisitiva en su vestimenta de menor valor económico, “traes el nopal en la cara” dicha frase hace referencia a las personas que viven en entornos rurales rodeados de cactáceas para utilizarlos como evidencia de que algo que no se puede disfrazar, es decir por “los rasgos de tu rostro puedo intuir tu procedencia”. Ejemplos como los anteriores hay muchos sobre todo sexistas, que se utilizan sin mayor reparo frente a los niños y niñas mexicanos, de tal manera que cuando la infancia los “normaliza” haciendo uso de ellos, parece un efecto común, deseado y esperado en la sociedad mexicana.
La escuela mexicana puede ser el espacio donde los niños y niñas mexicanos puedan vivir experiencias para aprender a ser más tolerantes, aceptar las diferencias y así convivir mejor. Un primer paso puede ser el uso de un lenguaje no sexista, los maestros y las maestras mexicanas pueden observar un uso más adecuado de palabras genéricas para no referirse de manera automática siempre al género másculino como los únicos miembros de la comunidad estudiantil, en algo tan simple como incluir a “las niñas” en su vocabulario, lo cual funcionaria como una forma de aceptar que las niñas están presentes y son importantes; la sugerencia es simple utilizar siempre la riqueza del vocabulario mexicano y referirnos no solo a los niños sino también a las niñas; otra sugerencia es el uso de pronombres, sustantivos y artículos neutrales, por ejemplo decir “la persona” o “las personas” al momento de referirse al alguien o algún grupo, en lugar de decir “los trabajadores” se puede utilizar “las personas trabajadoras”, al conocer estas opciones para la comunicación es deber de maestros y maestras practicarlas, compartirlas y explicarlas a los alumnos y alumnas. En otras palabras el contexto escolar puede ser esa "trinchera" para luchar contra los estereotipos y los prejuicios, ya que lo que se enseña a los niños y a las niñas aunque sea de forma tácita, lo podrán practicar y defender en sus propios hogares, quizás incluso en contra de lo que sus padres y madres deseen.
Otro objetivo es lograr que los niños y las niñas observen las diferencias como algo normal y la discriminación como algo “anormal”, para tal motivo es importante que el maestro o maestra logre tomar en cuenta toda la gama de las características y necesidades de todos sus alumnos y alumnas, de este modo cumplir que todos sus alumnos tengan las mismas oportunidades. Para lo cual podría tomarse como un importante ejemplo aquellos niños o niñas en situación vulnerable por su origen étnico, por su preferencia sexual o por alguna discapacidad, de tal manera que el docente logre brindarle experiencias de éxito en la escuela a pesar de cualquier barrera presente, es decir el docente puede y debe diseñar actividades donde todos el alumnado logren sobresalir y florecer.
Hablemos del niño o la niña con dificultad motriz que le gusta la pintura, quizás sea posible acercarlo a técnicas de expresión plástica a pesar de su discapacidad ya sea utilizando medios alternativos de movimiento o incluso extremidades inferiores aunque no sea algo convencional; hablemos del niño varón que prefiere utilizar el color rosa en su vestimenta y sus trabajos escolares, quizás sea posible diseñar experiencias donde pueda elegir y utilizar ese color rosa sin ser víctima de prejuicios, por ejemplo una obra de teatro donde todos los niños interpreten a personajes femeninos y todas las niñas interpreten a personajes masculinos; hablemos del niño o niña indígena no logra llegar temprano porque vive muy retirado, quizás sea posible prepararle actividades breves para el momento en que logre incorporarse a la clase y así tratar de mantener al corriente de los contenidos que sus compañeros y compañeras ya revisaron… quizás sea posible hablar de posible y olvidar la exclusión.
Tener una educación inclusiva en México es una "utopía deseada", al hablar de exclusión destaca que no fue hasta el 2018 que se logró un fallo de la Suprema Corte de Justicia para declarar la inconstitucional de la no escolarización de niños y niñas con discapacidad, así como la segregación en escuelas especiales para este grupo vulnerable; lamentablemente aún es sumamente común en México que directivos y docentes cierren sus puertas a niños y niñas con discapacidad, algunos docentes aluden a no tener la "preparación" para "atender" a "niños especiales", sin embargo hacen poco para su capacitación profesional en el ámbito del manejo de las barreras para el aprendizaje. Por tal motivo textos como la Guía para la educación Inclusiva revisión Index, brindan herramientas oportunas y simples, por ejemplo el cuestionario "Mi centro escolar" que está enfocado a hacer un cribado con los alumnos en educación primaria, resulta útil para que los docentes no pierdan de vista una gran cantidad de puntos a revisar en nuestras escuelas, un ejemplo de dichos cuestionamientos es: ¿Qué tan atractivo es el patio escolar para todos mis alumnos?, lo cual conlleva a reflexionar sobre cambios para que todos los niños y niñas disfruten todos los espacios físicos de sus propias escuelas.
Cabe concluir que con acciones tan sencillas e importantes se puede comenzar a enseñar desde la inclusión, enseñar desde lo posible y pasar de hablar sobre una “utopía deseada” a practicar una inclusión en nuestro presente. Quizás no sea imprescindible el tener una preparación profesional para atender a cada grupo vulnerable, si partimos de que todos somos humanos la especialización profesional no es tan deseable como lo sería la formación en valores sobre la tolerancia, menos aún cuando hablamos de inclusión, ya que incluir no es trabajo del especialista clínico, es algo más común y cotidiano, se trata de identificar aquello que nos une como y que compartimos como mexicanos, se trata de aceptar nuestras diferencias como algo normal y de aprender a identificar las prácticas discriminatorias como los estereotipos y prejuicios.
Referencias:
- Booth, T., & Ainscow, M. (2015). Guía para la educación inclusiva: desarrollando el aprendizaje y la participación en los centros escolares. FUHEM, OEI.
- Ugalde Benavente, Y., Morales Delgadillo, A., Barreto Estrada, C., & Valenzuela Gómez, M. D. L. P. (2009). 10 recomendaciones para el uso no sexista del lenguaje. Conapred, segunda edición, México.
- Almeyda, C. A. C., (2018, 14 octubre). Complejidades y oportunidades de la educación inclusiva en México. http://carloscamposalmeyda.blogspot.com/2018/10/la-educacion-especial-el-camino-posible.html
- BBC News Mundo. (2016, 19 mayo). 10 frases que los mexicanos usan todos los días… y no saben que son racistas. https://www.bbc.com/mundo/noticias/2016/05/160517_mexico_frases_racistas_cultura_an
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